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“LA IRONÍA DEL ‘DERECHO A LA VIDA’ EN TIEMPO DE MUERTE POR CORONAVIRUS”

La enfermedad epidémica del ‘coronavirus’, que está haciendo estragos en varias partes del mundo, está originando también dilemas éticos acerca, por ejemplo, de quien tiene más derecho a vivir en el caso de saturación hospitalera o por imposibilidad de dar atención médica a todos, se deberá seleccionar entre los enfermos. Se están dando, en efecto, situaciones que ponen, forzosamente, al personal médico frente a la obligación de adoptar algún ‘criterio’ para discernir a quien atender o a quien no, a quien hospitalizar o a quien rechazar por sobrecupo, principalmente, para acceder a terapias intensivas sin, además, olvidarnos del derecho cívico y moral de todo enfermo ‘a la tutela de la salud’. Es una cuestión, hoy, de bioética médica importante.




La Bioética, nacida en Occidente, o sea, en el área cultural que ha visto el más rápido desarrollo de la ciencia y tecnología es, hoy, un fenómeno de dimensiones planetarias, sin embargo, cada cultura presenta problemáticas bioéticas específicas, proporcionadas al desarrollo de la ciencia y tecnología y a su contexto social. Desde luego, a los países occidentales, hoy, se les pide de no ocuparse únicamente de sus problemas. En efecto, deberían asumir el compromiso de ayudar a los países en desarrollo, sobre todo, para la solución de los severos problemas de hambre, salud y pobreza extrema, que los caracterizan y deberían empeñarse, también, a crear condiciones de mayor equidad en el acceso a la salud básica y en la disponibilidad de la tecnología más avanzada. La tendencia actual de la sociedad occidental, sin embargo, que es la de minimizar costos y maximizar beneficios también en el sector salud, induce, con frecuencia, a olvidar la fragilidad de los pobres, excluir a los necesitados y eliminar a los débiles. Es deseable, por lo tanto, más cooperación sanitaria ‘global’ sobre bases de mayor solidaridad e humanidad.



El problema, en fin, consiste en el ‘deber de asistencia, en el ámbito de la enfermedad, para todos y sin discriminación de edad o de recursos económicos’. En efecto, la cuestión de elegir si curar, perseverar en las curas o no, no puede ser por razones de rentabilidad. También frente a situaciones de mucho dolor, o terminales, las obligaciones de intervenir médicamente son de orden ético, exceptuando cuando se define con exactitud esa línea sutil de confín entre el deber terapéutico, o sea, la obligación ética de intervenir terapéuticamente y el “ensañamiento terapéutico”, es decir, el intento inútil y desproporcionado de detener artificialmente la muerte. Urge, por tanto, establecer cuándo la suspensión de las terapias es un deber ético y deontológico y cuándo, por lo contrario, resulta ser un ‘acto eutanásico’, entendido éste como anticipación de la muerte bajo el pretexto de eliminar el dolor. Se trata de un fenómenos complejo, que involucra al enfermo, familiares y personal sanitario, por sus implicaciones éticas y jurídicas.




Hoy, las posiciones bioéticas no son uniformes: algunos consideran ‘deber moral’ respetar la voluntad del enfermo; otros afirman que los enfermos nunca deben ser abandonados, terapéuticamente, porque toda condición existencial de la vida humana merece respeto y atención. Más unanimidad, por lo contrario, se logra en el caso de las ‘curas paliativas’: aquellas finalizadas a controlar el dolor, siempre y cuando no se utilicen, intencionalmente, para provocar la muerte y no sean llevadas a cabo como una sedación “profunda y terminal”, cuya intención principal pudiera ser la de una “eutanasia oculta”.

En tiempo de coronavirus la problemática mencionada se ha vuelto actual. Por esta razón, vale la pena recordar, a los operadores de la salud, los valores y principios deontológicos básicos para actuar moralmente y con dignidad. Entre ellos, hay principios deontológicos generales y otros, más precisamente, sectoriales. Los primeros piden de actuar con honestidad; de no hacerle daño a nadie y de dar a cada uno lo que le corresponde, o sea, actuar con justicia también en la práctica médica. Los segundos son principios deontológicos, o sea, ‘deberes’, que guían a los operadores de la salud en el ejercicio de su profesión, invitándolos a estar a servicio de la salud y de la vida de todos aquellos que lo solicitan, con espíritu altruista y responsable, de servicio y dedicación a los enfermos de toda categoría social, ricos y pobres, con justicia y sin lucro. La tentación, hoy, en tiempo de corona virus, que es extremadamente contagioso, puede ser la de evadir responsabilidades de atención y seguimiento médico del enfermo contagiado. El miedo del contagio es un sentimiento espontáneo y natural, sin embargo, ningún capitán abandona el barco en caso de hundimiento. Tampoco el médico por miedo al contagio. Su obligación es atender a quien lo necesita tomando todas las precauciones posibles, desde luego, para evitar el contagio. Llamado a actuar y a rescatar náufragos sí, pero con su ‘salvavida’.





Conclusión.

La biotecnología progresa rápidamente, alimenta sueños y esperanzas, pero, también puede ser responsable de cambios humanos cuestionables y socialmente aberrantes. La cuestión, obviamente, se vuelve ética porque no todo lo que es técnicamente posible lo es también éticamente. Por cierto, una ‘ciencia sin conciencia’ resultaría, inevitablemente, destructiva del hombre y nadie debería quedarse indiferente. Por la misma razón, la práctica médica sin autodefensa, en tiempo de coronavirus, es absolutamente destructiva para quien la ejerce y para aquellos que con él viven. La humanidad ha conquistado la luna, pero no ha logrado conquistar un microscópico antídoto a un invisible virus que lo está matando.

P. UMBERTO MAURO MARSICH MÉXICO 2020


Quédate en casa de ser posible, lava tus manos frecuentemente, si vas a lugares públicos usa tu cubrebocas, así ayudas a nuestros hermanos y hermanas que dedican su vida y esfuerzo en el sector salud a no tener que pasar por esas desiciones por la saturación existente en los hospitales destinados a COVID 19 en nuestro país. Mantente en oración por las enfermeras, doctores, afanadores, personal que labora ene l sector salud y por nuestros gobernantes y autoridades para que el Espíritu Santo les envié la sabiduría y fortaleza necesaria para poder discernir en estos tiempos de dificultad.


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