"ANTÍDOTO CONTRA LA SOLEDAD"Por Alejandra Ma Sosa E
¿Alguna vez has ido a despedir a alguien a quien quieres mucho y que viaja en ferrocarril?
Te quedas en el andén y ves a esa persona a través de una ventana, lo cual te hace sentir que ya algo te separa de ella, y luego el tren comienza a salir de la estación y mientras va despacito caminas a su lado, como para acompañar un poco más a tu ser querido, pero llega un momento en que su marcha gana velocidad y tienes que quedarte de pie ahí, mirando cómo se alejan los vagones hasta perderse en el horizonte.
Supongo que así se habrán sentido los apóstoles después de la Ascensión de Jesús.
De por sí ya tenían el corazón estrujado por todas las emociones que vivieron en poco más de un mes: primero sufrieron que su Maestro fuera llevado preso, condenado a muerte, abofeteado, escupido, flagelado, coronado de espinas, crucificado, muerto y sepultado; luego sintieron el impacto de saber que resucitó, la emoción indescriptible de verlo de nuevo, tocarlo, comer con Él, sentir que lo recuperaron, y ahora esto: Él vuelve al Padre y ellos se quedan como se queda uno en el andén: sintiéndose solos, desamparados, con la mirada fija en la distancia, como esperando, a ver si lo ven volver.