LA PUERTA
Por Alejandra Ma Sosa E Poner en el piso superior de una casa o edificio una puerta que abría al vacío era un recurso que solía ser muy empleado en películas cómicas. Provocaba risa ver que algún 'encarrerado' la abriera sin fijarse, se siguiera de frente y ¡zas!, desapareciera de golpe. También hacía reír ver una puerta que abría a una pared de ladrillos contra la cual se estrellaba algún despistado.
En cambio en la vida real no es cosa de risa abrir puertas que pueden ocasionar caídas o golpes, aunque por desgracia es algo muy común. ¿A qué me refiero? Se realizó una encuesta para preguntar a jóvenes y adultos cuál era el primer recurso al que acudían cuando estaban en problemas o necesitaban consuelo, en otras palabras cuál era la primera puerta a la que tocaban en caso de apuro. Sus respuestas resultan muy significativas.
En primer lugar se descubrió que numerosas personas suelen cruzar antes que nada la puerta que podríamos llamar de la evasión. Por ejemplo la de un centro comercial, de un cine, de un 'antro', de un gimnasio, de cualquier sitio en el que se puedan sumergir en una actividad que les permita olvidar momentáneamente su problema, aunque no resolverlo. Esta puerta ofrece también una evasión muy peligrosa, la de la adicción (por ejemplo al alcohol, a la droga, a la pornografía). El problema es que a quien entra por ella le sucede como en esas películas de terror en las que de pronto la puerta se cierra violentamente dejando al protagonista atrapado en un aterrador encierro del que ya no consigue salir por sí mismo.
En segundo lugar se descubrió que gran cantidad de gente toca en una puerta que podría calificarse como engañosa. Por ejemplo la que conduce a gurús, guías esotéricos, talismanes, cursos novedosos de nombres rimbombantes, libros de autores exóticos que prometen soluciones que en realidad no lo son. Traspasar esta puerta es comenzar a recorrer un laberinto que se oscurece más a medida que se avanza por él.
En tercer lugar se detectó que abundan quienes tocan primero en la puerta del saber humano, en busca del apoyo de parientes, amigos, terapeutas. Sin embargo muchos reportaron que la respuesta recibida les pareció insuficiente, limitada, y otros confesaron dolidos que se toparon contra una inesperada y sorprendente falta de ayuda que los dejó muy decepcionados.
Por último se descubrió algo sumamente alentador: que son considerables las personas que logran llegar ante la puerta correcta, ante ésa que Jesús prometió se abriría para quien tocara en ella (ver Lc 11, 9-10), y de entre quienes cruzaron su umbral cabe mencionar que ni uno solo dijo haber quedado defraudado.